Un día que en el taller estuvimos aprendiendo a hacer cartapesta, una bandejita que antes había llegado con alfajores de maicena, fue utilizada para embeber los recortes en un agua que había quedado involuntariamente sucia de cascola. La clase terminó y el taller estuvo un par de días sin actividad. Cuando pude volver para ordenarlo me encontré con que el agua de la bandeja se había evaporado y las imágenes se habían fijado en ella de una manera tan contundente como graciosa. Así que empecé a copiarle al azar y a probar a ver qué podía agregarle. Así aparecieron las gotas de tinta china de color tiñiendo el agua, y un etcétera que ahora mismo me tiene ocupado. El nombre de la técnica se lo debemos a Mariana Fossatti, gran collagista amiga y amiga collagista que acertó a pasar por el taller en esos días, y algunos avances experimentales a Jorge Gemetto, quien hizo el primer watercollage logrado y que, al secarse a la intemperie recibió además, semillitas e impurezas playaverdenses y algún sospechado aporte del Gran Mustafá. Es lo que sucede cuando se comparten las experimentaciones con amigas, amigos y el felino del hogar.
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