Demasiadas veces me preguntan cuánto tiempo me lleva hacer un collage, un dibujo o una pintura. La pregunta casi siempre me fastidia, porque me resulta imposible saberlo. Por eso casi siempre respondo: Uf!
Cuando estoy pintando, poco antes de abandonar y toca limpiar pinceles juego a manchar papeles. Al final, siempre alguno me gusta y lo guardo para algo en un cajón donde poder olvidarlo. Otra veces -si llueve, mejor- recorto imágenes de libros y revistas y al final también las guardo. No en el mismo cajón, pero sí en uno cercano donde supongo que van las cosas que no son papeles pintados. Otros días, caprichosamente, algunas de esas cosas salen de los cajones y empiezan a dar vueltas por alguna mesa de trabajo. Si tienen suerte, si tengo suerte, sucede algún encuentro prometedor. En este caso el sillón, el mono y el fondo llevaban juntos un buen tiempo sin que sucediera nada. Salían del cajón, volvían, se quedaban a dormir ahí un buen rato y así hasta que hoy, que por accidente me volví a encontrar con ellos, aburrido ya de esta cuestión, decidí meter todo a la computadora a ver si pasaba algo. Y pasó. Que me surgió una pregunta y que encontré unas alas que vinieron a ofrecerme la respuesta que me ayudó a terminar este collage, en la misma cantidad de tiempo que un naranjo tarda en dar una fruta acabada, redonda y dulce.
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